jueves, junio 20, 2019

poemas de Que la muerte nos ampare, 0034 / Buitre hacia la nada y La casa










16


Era temprano para hacerse vieja
y entré a mi vida por la puerta de servicios
hice las cosas de quebrar la cordura
maquillé la nada y le puse mi carita

perdón por no poder confesar un dolor.



27


A la jaula, además, había que enseñarle otro idioma. 





38

Si alguien me encuentra, pido, me lea un poema
temo desaparecer sin violencia. 


*de Que la muerte nos ampare, Francia Editorial 2017 1ra ed.-




18

Querida hija,
tan deformadita,
cuerpo rabioso,
ojo blancura.

Ya ves,
tu madre pronunció la semilla,
tu padre hizo lluvia
frenética y humo
y naciste del útero mental más
azul y corroído que alguien pueda tener.

Dónde estarás, Valencia,
a lo largo,
a lo ancho,
a lo mucho de mi vida.






22

Valencia, este silencio no es el silencio
como forma concebida de lo humano
sino un animal
peor que las nubes,
peor que decir vida,
peor que los monstruos y sus raíces
echadas al mar,
no te asustes
si te ahoga una blancura
que viene porque nada viene.

Lo que florece
está en penumbras.

El espanto es un peregrinaje,
la misma voz con que te llamo.


de 0034

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19

Fijo la redondez de mi ojo en vos.
Sonrío apenas,
sonrío casi de manera imperceptible,

veo cómo cae, lentamente, el horror de mi boca
sobre tu boca,
y te explico: tuve que arrancarme un diente
para merecerte.




21

Cierro los ojos. Hay un río que conduce a la infancia.
Nací ciega de padre.
Nací obesa.
Corté las rosas que con amor plantaba mi abuela
y las puse en un tacho con agua
y todas murieron.

Me acomodo en el regazo de mi madre
que en su fe me ama viva o muerta.
El sol se rompe entre sus manos
y con esa misma luz me acaricia el pelo.
No es poca cosa.
Ella sabe tejer vinchas para adornarme
las pequeñas desesperanzas. 


de Buitre hacia la nada


*de 0034 / Buitre hacia la nada, Ombligo Cuadrado Ediciones 2018, 1ra ed.- 





21

Los vestigios de luz
hicieron siempre que
su disparo apenas colorido no sea más
que una estampida del silencio.

No me atrevo a plantar amapolas
en el lugar donde el ángel
quedó encallado.

Afuera está el río Murray y sus
pájaros muriéndose de envidia.
Ninguno de ellos jamás tendrá
ni siquiera
la certeza de la caída.
Sin embargo el ángel ya no se mueve.
El ángel sigue aquí. Ceñido como un pañuelo
dorado,
como la voz antigua
de la desolación.






23

La vida apacible. La noche fuerte.
El mundo está a salvo:
el ángel y su hermosa catástrofe fueron
carcomidos mientras la luz
enfermaba.

Así son las ausencias
ocupan la materia, el oxígeno todo
y las aves carroñeras se desbocan
sobre los campos vivos.

Querido, cuando se adentre mi cuerpo
en la noche, ¿serás el ave hecha de luz y polvo
todavía?





*de La casa, Mascarón de proa 2019, 1ra ed.- 

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