martes, septiembre 09, 2014

El mal congénito.

Gracias María Góngora por ponerle, vos también, voz al poema


Para escucharnos pinchá ACÁ 


El mal congénito: una botella de cerveza. Ese millón
de burbujas serpenteantes
el deslumbramiento de una garganta recibidora
de súbito
esa preparación de la muerte.
¿Qué es la muerte?
Estar en el lugar correcto, a la hora correcta
con el fantasma encantado
decirle cosas, mi amor, nosotros comprendemos la noche
Esto no es un delirio. Dame tu penetración
a mi pecho. Como todo lo que llega
sorber tu misterio con mi incapacidad de entender
por qué se ama.
y enseguida el vientre quiere llenarse, empujar toda la desgracia,
parirla desde el fondo
para que ocupes el centro. Y el centro es todo.
¿Ves? Todo. Yo hablo y mi voz enciende ciudades paradisíacas
la presión que ejerce el dolor sobre el cuerpo;
el amor es un tiempo diferente.
Entonces la cerveza es agua bendita
prepara la fuerza de un río de espumas diluyéndose
camino a las amígdalas
camino al crimen de primera mujer con primer hombre
(esto no es una mentira)
y se desangran y se beben en un vasito mientras se miran
siempre se miran
siempre nos miramos, mi amor, mi mal congénito
al fondo y que la ignorancia de dios nos bendiga
-agua bendita-
y estamos contra todo
me apretás contra la pared, por ejemplo
hasta desvanecerme
porque el río, imaginate, el río desborda.
¿Quién me ahoga? Saldremos en los diarios en esa foto
de cuadro surrealista
toda frotada yo y ahogada siempre hermosa
y vos risueño diluviándome.

Escucho llover. Esto es algo de una belleza conocida.
Sin embargo afuera también hay inundaciones. Ríos enormes de muertos
buscando puertas para el refugio.
Nada está a salvo,
el espectro en mi boca, ese alarido, hace que salgamos corriendo
con la garganta llena de pasto y cerveza, ahora, como si todo
fuera barro. La creación
es el barro que se unta para hacer figuritas. Podemos dibujarnos
sonrisas, corazones, brazos nuevos, heridas. Somos creadores
en medio de una lluvia y el amor y el barro curtiéndose hasta secarse en el cuerpo
y se resquebraja la sonrisa, pero ya no importa, a vos no te importa,
sos el manoseado de mis manos
todo manoseado por las manos
y caigo de rodillas porque las creaciones se veneran, como la poesía,
ese instante contra el sueño
la gloria de dos presas contra todo
enfermos de frío y lluvia
porque, hay que decirlo, hace frío, mi amor
siempre que la noche se desboca para contenernos así
tan cosa de la muerte.

Más tarde es el sol. El sol sale y entra
hace luz, relámpago de espejo enardecido,
después abandona y deja escombro. Nos miramos
es otro vaso de cerveza y estamos mirándonos.
Yo fumo mientras me sujeto el pelo, mi cara cae de perfil al antebrazo
tus ojos son lo abierto y lo cerrado
el río la lluvia la cerveza la espuma. La luz del sol y la lámpara encendida
te dejan tan blanco que casi puedo mirar tus venas. Los lunares, ¿son estrellas?
Nunca pregunté tu intemperie.
Los ojos abiertos-cerrados haciendo atmósfera. ¿Somos amantes?
Esto es maravilloso. Me subo a la cama y salto de alegría.
No quiero que respondas, salto de alegría.

-Hola.
-OhLaLa.
-Hello.
-Aló.
Emergemos del sueño, nos acercamos, otra vez en posición de mirar la cara del otro. Hay la nube detrás de la ventana. Un pedazo de sol y siempre al lado la tormenta. Vos emergés como todo lo encendido, en silencio, de a poco, estirás las piernas, hacés gestos interminables para esquivar la luz.
-Te voy a romper el culo.
-Sí. ¿Es con amor?
-Por eso te duele tanto.

Caigo de rodillas otra vez. Hay un agradecimiento con fervor. Decir toda una poesía de memoria.
Más tarde, seguir tragando cerveza, el cigarrillo que se prende es señal de permanecer sin paso del tiempo, estamos en pausa y la atemporalidad es un milagro. Es una pausa activa, como la repetición de la misma secuencia en su variación de la intensidad.



Me masturbo. Esto es una plegaria: como transfundirme esa especie de visión futura, algo, aunque más no sea caer en la trampa, hacerte marcas en mi cuerpo, respirá hondo.
Siempre rezo tan violentamente tenerte que las oraciones se abren en la palabra “casa”. Es un sufrimiento inmenso masturbarme porque me hago huecos interminables, casas íntimas en construcción, los arañazos rojos contra la ventana, el viento en los pezones blandos transformándose como si fueras sangre donde latirme y redimir tu lengua. Caés tan liviano en mi alma como una plumita y te inmolás adentro y abro los brazos, te sostengo. ¿Estás bien? Mientras estrangulo tu sexo y no es suficiente y te lo arranco, te hago todo pedazos: voy metiéndote al parto, quiero decir, tragar luz, nacerte a la inversa. Y apenas un desamparo por la boca y te lo escupo, porque no, porque no es posible ya tan lejos, ahora que me masturbo frente a la ventana, los ojos abiertos como saliéndose al borde de todas las cosas, y no me queda espacio en el cuerpo, te engendrás en mí y no me importa si el dolor o el desgarro en los labios, para encontrarte me vuelvo hacia dentro. Para encontrarte rezo hacia dentro.
Habitame. Que mi sangre sea tu casa.
Aquí, donde todo comienza, grito. Me fascina tu dolor aferrado a las venas, tu quedar dolorido en mis huesos.
En otras palabras: ser el sudario blanco donde buscás mirarte.



Vacío otra botella y la tiro al piso
esta noche de pozo y de precipicio de los dos
a dónde nos vamos a caer, mi amor
si ya el fondo viene arrastrándonos el ala
como diciendo el conjuro del vómito: te explico,
hay que meterse todo ese río por la boca y después los dedos
mirando un punto fijo y zás. Porque vaciarse
es una descarga eléctrica y recomenzar
no importa el asco
no importan los escalofríos
lo terrible es el cuerpo vaciándose y llenándose
constantemente
y ocupar los espacios
los pulmones cuando se hinchan con el humo para oscurecer el corazón
las venas siempre a punto de rajarse
estallar como quien dice alguien puso una bomba
en el lugar de los enamorados
y los enamorados
volaron por el aire
y se reprodujeron en mil pedacitos y fueron felices
porque contagiaron a todos con su amor.
Ah, el mal congénito. El mal incurable.
Y el café y las frutas por la mañana
y todo de nuevo metiéndose en la boca
tragar tragar tragar
la vida entera arremetida hasta el estómago
mirame
mirame bien
soy muy feliz
tengo el alma llena de corazoncitos color rosa
y las manos en tus manos
y no me importa
no me importa
el desamparo porque no hay desamparo.
Las palabras se usan para exiliarse. Nos exilio del desamparo.
Estamos hechos a imagen y semejanza de la muerte
mirame


voy a plantar un árbol en el lugar de los enamorados para que el árbol crezca y dé sombra a una pareja de viejitos todo el año y entonces mirarán hacia arriba y gracias,

porque el sol filtra ese vértigo drenado para que la noche siempre anide su mejor noche. 

1 comentario:

lunaroja dijo...

Madre mía.. una catarsis plagada de la alquimia que genera el placer y el dolor...